lunes, 16 de marzo de 2009

EL ATAQUE DE LAS EXES.

CAPITULO I



Estaba yo, como nunca, en una multitienda de centro comercial. Como nunca me encontraba dentro de un probador; pues extrañamente había encontrado algo que quería comprar. De hecho más de una; aunque como siempre solo una me quedo bien, una camisa. Salí con ella puesta a dejarle a la vendedora que me atendía, todo aquello que no me había gustado o quedado bien. Había dejado mis cosas en el probador, y debía volver por ellas. Pero algo me detuvo. Ella me detuvo; sobre todo el ver que ella también me miraba.

La mirada de esa morena exquisita me puso nervioso. No tuve uno de esos clásicos malos presentimientos. Solo nerviosismo, adrenalina corriendo por mis venas; como si algo fuera a pasar. Sus ojos encontraron los míos y mi respiración se acelero.

Le devolví el resto de la ropa a la vendedora. Sin saber que otra cosa hacer. Ella estaba al otro lado de la tienda, en el sector de la ropa interior femenina. Viendo que nueva prenda poner sobre su piel color canela. Su altura me permitía verla por sobre los muebles giratorios, en donde se cuelgan las prendas. Parecía un hada flotando, mirándome con una seria diversión. Con su corte de cabello, ni corto ni largo, producto de su prima estilista; se veía hermosa. Volví al probador con calma, tratando de no demostrar la agitación de mi pecho; que algo me advertía.
Llegue al probador y trate de calmarme. Respirar un poco; hablarme al espejo, diciéndome que debía tranquilizarme, calmar mis hormonas. Trate de pensar y comprender, que fue esa extraña sensación. Ya calmado y sin entender nada, comencé a desabotonarme la camisa.

En eso estaba cuando note que, el hablar conmigo mismo había delatado en que probador me encontraba. También note, con sorpresa, que una morena conocida se aprovecho de que en mi nerviosismo, olvide ponerle seguro a la puerta. No era un gran problema. Un tipo con el torso desnudo en un probador de hombres, no era problema para nadie.

¿Cómo iba a imaginarme que una mujer iba a colarse en mi probador? Menos una hermosa morena. Mucho menos “esa” hermosa morena. Después de todo ¿Qué era esto, el ataque de las exes?

Se coló e mi probador con rostro serio. Casi indignada por tener que hacerlo. Entro y cerró la puerta con el seguro, con naturalidad pero molesta. Me miro a los ojos y me dijo. –Dame espacio por favor.- Yo me moví para darle un sitio en el probador. Gracias a Dios, o al diseñador, esos probadores son bastante amplios (mientras más lejos del espejo estas, menos puedes ver las imperfecciones de la ropa; o las tuyas) mientras me hacía a un lado, ella aprovecho para mirarme con la camisa desbotonada.

Luego se volteo hacia el perchero y colgó en el, dos sujetadores; que no necesitaba, pues nunca he visto pechos más firmes. Y un par de colaless diminutos; pues odiaba usar cualquier otro tipo de bombacha. Luego vuelve a mirarme a la cara, no a los ojos; y me dice, aun fingiendo molestia. –Los probadores de mujeres estaban todos ocupados, y como sabía que no te iba a molestar…- Y procedió a mirar al espejo y comenzar a sacarse la polera.

Yo debo de haber tenido una gran cara de estúpido, en ese momento. Pero no soy un estúpido. Por ende se, que ninguna tienda de este mundo, permite que te pruebes la ropa interior antes de comprarla.

¿Y qué era eso de “y como sabía que no te iba a molestar”? Habíamos terminado hace meses, no nos hablábamos desde casi el mismo tiempo. ¿Ella creía que yo aun la deseaba? ¿Sabía que aun la deseaba? ¿O se me había notado que aun la deseaba?

Ella ya estaba sin polera. Y me mira por el espejo y me dice. –Desabróchalo porfis.- E indico con un dedo el tirante de su sujetador.

-Me es más fácil si te das vuelta.- Respondí y ella se volteo molesta, y se digno solo a ver y oler mi pecho. Yo baje los tirantes de sus hombros, al mismo tiempo. Y luego me acerque a ella para que mi mano derecha pudiera alcanzar, el exacto centro de su simétrica espalda; en donde se encontraba el broche del brasier. Metí mi dedo mediano por debajo del broche, y con mi pulgar e índice tome la punta del broche; y luego tire de ella. Los dos ganchos de acero que abrochaban un tirante, a las dos medias argollas de acero del otro tirante; se soltaron sin ningún problema. El elástico de cada tirante los separo con velocidad; y dicha energía hizo caer el sujetador por sus brazos.

Sus hermosas tetas morenas, de pezones gruesos y perforados, de suavidad angelical, aroma exquisito y dulce. Aquellas donde yo había jugado, disfrutado y amado tantas veces. Aquellas tetas que ella ponía en mi boca, para mi deleite y el de ella, mientras me cabalgaba. Aquellas que decía la volvía loca cuando las tocaba. Las niñas. Quedaron al descubierto, allí bajo mis ojos; al alcance de mis manos. Ante la tentación de mi boca.

Ella sin dignarse a mirarme se volvió hacia el espejo y me dijo gracias. Aun molesta por tener que compartir un probador conmigo. Tomo uno de los sujetadores del perchero y lo desmonto el colgador, en el que venía.

Yo para evitar quedarme mirando su gran delantera, solo un poco más pálida que el resto de su morena piel; fije mi vista en el tatuaje de su espalda. O al menos en la parte nueva, desconocida por mí. Cuando mirándome por el espejo, y sorprendiéndome con mis ojos sobre su cuerpo, me dice. –¿Me lo puedes abrochar? Por favor.- Giro su cabeza para verme de reojo demostrando una molestia menor.

Yo que apenas había dicho dos palabras (es una expresión) tome ambos tirantes y los abroche. Ella no dio las gracias. Decidí sentarme, en el pequeño piso que había en el probador. Ella se dedico a mirarse en el espejo sin prestar atención, aun con su cara seria.

Toda la situación me tenía muy nervioso. Nos podían sorprender en cualquier momento. Ningún empleado se tomaría bien a una pareja en un probador. ¿Qué le importaba a la tienda que fuéramos ex pareja? Había ahí una morenaza exhibiéndose para un hombre. Pero toda esa situación también me tenía muy caliente. En mi probador estaba exhibiéndose en ropa interior, para mí, mi ex pareja. Una morenaza de metro setenta y cinco. De tetas grandes y firmes. De culo grande, torneado , firme y apretable. A quien aun le faltaba por probarse dos colaless. Y a quien, en cualquier momento, podía sorprender conmigo cualquier empleado de la tienda. Mi verga se estaba quedando sin espacio en mis jeans; y sentarme en el pequeño banco era la mejor manera de disimular mi erección.

Ella miro su sujetador en el espejo y dio un suspiro de desaprobación. Se miro por ambos perfiles y luego me miro a mí. Que ya tenía puesta mi cara de autocontrol.

-Desabróchamelo.- Me dijo

-¿Cuál es la palabra mágica?-

-Por favor.- Respondió en total molestia.

Se arrodillo frente a mí, sin esperar a que dijera que si. Paso sus brazos a mí alrededor, por debajo de mi camisa abierta, que aun no me quitaba; y se sujeto a mi cinturón. Como si aun fuera mi dueña. Lleve mi mano derecha a su pecho, donde sus exquisitas tetas de sirena tostada por el sol, se reunían; y puse mi índice por debajo del sujetador. Con mi mano izquierda abrí el broche, tal y como lo había hecho antes. Ella hundió su nariz en los pelos de mi pecho; y mientras se ponía en pie, olio desde mi pecho a mi barba. Haciéndome cosquillas en el cuello.

Al levantarse mi índice derecho sujeto su brasier, el cual dejo escapar sus tetas y sus brazos con facilidad. Esta vez no disimule mi deseo de ver sus senos de morena salvaje. Me quede ahí mirando cómo se ponía en pie, y como se alejaba; lo que permitía el probador, sin darme la espalda. Deleitándome con esa visión de ensueño.

¿Se atreverá? Me pregunte a mí mismo. Y sin poder responderme, tome la decisión de participar en su juego hasta averiguarlo.

Tomo el otro sujetador y se volvió al espejo. Se coloco los tirantes en los hombros y volvió a mirarme. Yo no le había quitado los ojos de encima; pues si bien no podía ver su delantera en el espejo, podía ver su hermoso culo, dentro de esos gastados y rotos jeans color celeste. Dio los dos pasos que le permitían llegar hasta el otro lado del probador. Llego frente a mí y se apoyo en mis piernas; para arrodillarse lentamente. Pasando sus tetas de sirena, con los pezones perforados aun fuera del sujetador, frente a mi nariz. Luego puso su nariz frente a la mía; y cuando sus grandes ojos cafés pasaron frente a los míos el tiempo se detuvo. Ignoro por cuanto. Poso su caballera negra sobre mi pierna izquierda, y separo sus carnosos labios para decirme -¿Me lo abrochas?-

Abroche su sujetador y se puso en pie. Pasando su nariz por sobre mi erección, mi vientre, mi pecho, mi cuello y mi boca. Estaba con mis hormonas a tope cuando paso sus labios casi rozaron los míos. Desfilaron frente a mí permitiéndome sentir su calor, con mis labios; su cuello perfumado, sus tetas de belleza mítica, su plano vientre de mujer guerrera, y sus caderas de bailarina exótica.

Se volteo a admirarse en el espejo. Nuevamente se evaluó de frente y de perfil. Parecía más conforme con este; aunque yo sabía que debería comprar ambos. Aun así se dio vuelta a mirarme y a preguntar -¿Te gusta?-

-Mucho. Y el sujetador también esta bonito.- Respondí con mi sonrisa de perversión.

Ella algo incrédula, o queriendo aparentarlo, se volvió al espejo. Como si quisiera asegurarse de que el sujetador modelaba a la perfección sus senos de deidad griega. Entonces sucedió algo que solo puedo explicar, y lamento si no les gusta la explicación; como un milagro.

De los parlantes, que tiene toda tienda por departamentos, y en los que solo ponen por música cualquier ritmo de moda; en especifico en los parlantes de los probadores. Comenzaba a sonar AC-DC con “A touch too much”. Arquee mis cejas en sorpresa, sin imaginar lo que sucedería.

Aquella morena exuberante en curvas emitió un –¡Ohhh!- En exclamación de alegría y grata sorpresa. Solo para luego comenzar a menear los atributos que, con generosidad, le dio la naturaleza; al ritmo del Hard Rock. Se volvió a mirarme y apoyo sus manos en sus anchas caderas. Sonriendo viciosamente se acerco bailando hasta mí. Cuando estuvo frente a mi rostro desabotono sus jeans. Para luego bajar en un suave y sensual bamboleo de caderas, con sus pies juntos. Dejándome de nuevo olerla hasta el cuello; solo que esta vez roce su morena piel con mis labios. Ella se puso en pie con rapidez y se alejo dándome la espalda; meneando esa cola redonda, que quería (y aun quiero) apretar y nalguear. Se alejo para bailar con su reflejo en el espejo. Abrió sus piernas torneadas como hechas a mano, y se bajo su culo hermoso hasta casi rozar el piso alfombrado. Se levanto y se desabrocho el sujetador, sin necesidad de ayuda alguna. Lo arrojo al piso, y cubrió sus morenos y gruesos pezones con sus manos. Volvió bailando, los dos pasos que la separaban de mí, y apretó y soltó sus tetas de ángel frente a mi rostro; dejándome contemplar como tanta belleza se movía, bailaba y se desnudaba para mi deleite.

Poso sus manos en mi cabeza y yo la tome, con gentileza, por su desnuda cintura. Su piel me lleno de mil recuerdos. Después de que la tomara por la cintura, se quito las zapatillas, siempre desatadas; con infantil gracia. Apoyada en mi cabeza siguió bailando, como si yo fuera el protagonista de algún video de Hard Rock ochentero. Se bajo el cierre del pantalón. Y mientras ella meneaba sus caderas, en la sensual danza que parecía condenarnos al infierno; fui bajando, sin prisa y sin pausa, sus jeans. Roce sus piernas, hechas a mano por el mejor de los escultores, desde sus caderas hasta sus tobillos; que fue donde deje sus pantalones. La morena tentación se apoyo nuevamente en mi cabeza, para librarse por completo de la prisión de gastada mezclilla; quedando, para mí, solo en su diminuto colaless negro.

Levanto su descalzo pie derecho y lo apoyo sobre mi pierna izquierda. Jugó con sus tetas deliciosas al ritmo de la música. Yo acaricia sus depiladas piernas, de sus tobillos a sus muslos. Pero antes de llegar a su precioso culo, capaz de enloquecer a los hombres, ella retiro su pie y dio media vuelta. Ahora era su culo lo que se meneaba frente a mi rostro, y se acercaba.

Cuando estuvo a la distancia deseada, por ella; tomo su colaless por los tirantes laterales, y lo bajo hasta la mitad de su escultural cola. Allí siguió bailando, llevando sus manos a su cuello, jugando con cabello negro; abriendo un poco más las piernas, a medida que su pagano movimiento acercaba su cola paradita, a mi cara. Yo ataque con mis dientes en cuanto la tuve a distancia de tiro. Sin usar mis manos, y mientras ella se movía y la canción iba a la mitad. Sujete la última prenda que osaba cubrir su cuerpo, con mis dientes. Ella meneo un poco menos su caderas, contoneo sus pechos y jugó con su cabello ni corto ni largo. Baje lo que ya era un molesto pedazo de tela; hasta el fin de su culo firme y bello. Y allí me quede con mi nariz casi en su coño, oliendo como su dulzura me llamaba. Adivinando mi deseo, ella cogió su colaless y lo bajo al ritmo del coro, hasta sus tobillos. Regalándome el salvo conducto a su sabor, a la suavidad de su coño depilado. Confirmé con mi lengua lo mojada que estaba. Tome su culo, abriéndolo ligeramente y me hundí en su mojada estreches.

Ella retiro se culo de diosa latina. Se apoyo en mi cabeza y se saco el colaless de un tobillo y luego del otro. Puso su pierna derecha sobre mi pierna izquierda, y me acerco su mojada conchita, gestora de mis más blasfemos placeres. Con sus manos sobre mi cabeza; casi dándome las gracias de antemano por lo que iba a hacer. Toque sus labios con los míos, antes de masajearlos, desde su comienzo hacia su clítoris, con mi lengua. Mientras ella seguía bailando al final del tema. Al tiempo que yo adoraba su clítoris con mi lengua, ella suspiraba y me quitaba la camisa, que aun no pagaba.

El tema termino, y antes de que ella pudiera notarlo, deje su clítoris; y tomándola por sorpresa de la pierna derecha y de su cintura de reloj de arena, la hale hacia mí. Con fuerza y velocidad pero sin rudeza. A ella le gustaba suave, al menos al principio, y yo lo recordaba.

Recordaba otra cosa. Que ella se reprimía el gemir. Por mucho que su conchita explotara en jugos, ella mordía la almohada (que yo siempre le quitaba) o escondía su rostro en ella, o se mordía a sí misma; y una que otra vez a mí. Por lo que no había peligro de que ella armara un escándalo. No había razón para no hacerlo.

La celestial morena cayó sobre mi erección, totalmente desnuda. Sus piernas quedaron alrededor mío, y yo la apreté contra mí; para sentir su piel contra la mía, sus pezones contra mi pecho; para respirar, una vez más, el mismo aire. Me abrazo por el cuello, y yo a ella por la cintura. Respiraba pesadamente, y se movía presionando su conchita contra mi erección; ensuciando mi pantalón con su dulzura. Quizás involuntariamente. Sus ojos miraban los míos, pero bajaron a mis labios; y allí se quedaron. Hasta que yo dije –Empezamos así.- Haciéndole recuerdo de nuestra primera vez.

Ella acerco sus labios a los míos, y al verla cerrar sus ojos nos besamos.

Me di cuenta entonces cuanto echaba en menos esos labios, esa lengua, esa boca, esos besos. La apreté aun más contra mí, con mi derecha en su nuca, mi antebrazo en su espalda, y mi izquierda apretando con firmeza su culo. Baje mi mano derecha de su nuca a su cuello y comencé a masajearla. Ella se aferro a mi cuello y me besaba como si en eso se le fuera la ida, mas sin dejar de ser tierna. Con sus carnosos y suaves labios rozaba y acariciaba los míos; al son de su angelical lengua, que acariciaba la mía lenta pero firmemente.

Podría aventurarme a decir, que ella extraño mis besos tanto como yo los de ella.

Mis labios bajaron por su cuello. Y mis manos pasaron a su espalda, para sostener su peso; ayudándola a reclinarse y a ofrecerme sus tetas de sirena, hechicera y devoradora de hombres. Ella echó su cabeza y su cuerpo hacia atrás sin soltar mi cabeza. La sostuvo firme para poner sus tetas en mi boca. Mientras yo presionaba más y más su entrepierna contra mi erección. Bese su cuello, su pecho y el contorno de sus firmes tetas. Cuando metió uno de sus gruesos y morenos pezones en mi boca fue la gloria. Hasta el sabor del acero quirúrgico de su aro, fue en extremo agradable. Lamí y bese ese pezón, esa teta. La chupé con gusto, la metí por completo en mi boca. Mordí su pezón, haciendo presión contra el aro, para escucharla gemir; solo un poco. Luego pase a su teta izquierda, también riquísima. Primero mordí el pezón y luego la lamí con fuerza; deje mi lengua vibrar en su pezón como si fuese su clítoris. Y la escuche.

-Me vuelve loca como me lames, como me tocas.-

-Aaaay Morena.- Respondí yo entre lamidas y besos.

-Mételo…- Dijo y subió mi calentura y el tamaño de mi verga al máximo.

La eche hacia atrás y la recosté, con dificultad, sobre el piso alfombrado. Fue entonces cuando vi lo pequeño que era el probador; no había manera de hacer algo en el piso, pero no importo. De pie sobre ella me abrí el pantalón y lo baje junto con mi bóxer a la altura de mis muslos. Me senté de nuevo en el pequeño asiento y me quite mis zapatillas con los pies. Ella se arrodillo, y de rodillas me quito los pantalones y el bóxer. Intente levantarme pero ella se resistió a que me pusiera de pie.

Ahí de rodillas me miro a los ojos y cogió mi verga con su derecha. Ya sabía lo que haría, y no tenía ni tengo ningún problema con eso. Sin besos, sin lamidas, sin caricias; se metió mi verga en la boca. Todo lo que pudo, de un solo golpe. El placer de su lengua y sus labios contra mi piel estirada al máximo, es inexplicable. Apretaba la base de mi pene con la derecha, mientras acariciaba mi pierna con su mano izquierda. Su boca subía y bajaba alrededor de mi verga dura y grande; recitando muda, el hechizo que yo le enseñe para llevarme al cielo. Estuvimos juntos tan cortos mese y sin embargo aprendió tan bien y tan rápido. Yo comenzaba a gemir, sintiendo el placer crecer a medida que su mamada se intensificaba. Tenerla arrodillada frente a mí, dándome placer con sus gruesos y morenos labios en forma de anillo, cuando al tiempo podía ver su despampanante culo en el espejo del probador; parecía de ciencia ficción. Parecía un sueño.

Entonces soltó mi verga. Como si se hubiese aburrido o se hubiera quitado un empacho pasajero. Sin decirme nada se puso de pie y se sentó sobre mí. Sin un beso, ni nada. Con suerte me miro a los ojos cuando se sentó sobre mí, de frente; dejándome entre sus morenos muslos, atrapándome con sus piernas. Puso su mano izquierda en mi hombro y con la derecha tomo mi verga; la guio hacia su conchita mientras se acomodaba lentamente. Para luego dejarse caer sobre ella y clavársela, sin delicadeza, en su mojada, caliente y estrecha conchita. Dio un pequeño gemido cuando la mitad de mi tronco, la parte más gruesa de mi verga, traspaso sus labios. Yo la abrace por la cintura, dejando mis manos en su baja espalda; sintiéndome como un gigante en cada centímetro de estrechez.

La diosa morena sobre mí mantuvo sus ojos cerrados durante toda la penetración. Y ahora que sus suaves labios rozaban la parte más baja de mi vientre; ahora que su suave y depilada conchita se había quedado un tanto seca, incapaz de lubricar todo mi grueso y largo pene erecto, ahora abrió los ojos. Me abrazo por el cuello y volvió a cerrarlos al besarme. Sentí como su conchita se mojaba más y más cuando entre sus deliciosos besos lo único que me importaba era estar dentro de ella; aunque fuera inmóvil. Fue en ese momento y sin dejar de besarme que la morena comenzó a cabalgarme. Muy despacio en un principio, como si mi tamaño la lastimara. Y de a poco, al irse su conchita apretada mojando y acostumbrando a mi tamaño, fue imprimiendo más fuerza y algo más de ritmo.

Dejo de besarme para jadear en mi oído; sin el ánimo de estimular aun más mi calentura, con sus suspiros y jadeos, pero lo hizo. Me abrazaba fuerte, pegando sus pechos contra el mío. Yo me deshacía en besos por sus hombros y cuello, y en caricias por su espalda. Toque cada una de sus vertebras y acaricie, sin levantar mis manos de su piel, hasta sus caderas, las apreté y baje mis manos a su culo. Ella me cabalgaba lenta pero profundamente cuando apreté su culo y se lo abrí. Gimió de gusto cuando separe sus nalgas deliciosas, y se dejo caer aun más profundo sobre mi erección. Se quedo ahí por un instante, antes de seguir cabalgándome y jadeando. Me volvió a abrazar fuerte, me beso y luego susurro en mi oído. –Me vuelves loca.- Y agrego algo de velocidad a nuestra suave, pero profunda, cogida.
-
¿Te falta poco?- Pregunte, conociéndola.

-Si…- Respondió entre jadeos, con sus bellos ojos cerrados y su boca abierta.

-Entonces no te detengas morena.-

-¿Morena?… ¿No me va decir su putita?- Su pornográfica y cachonda respuesta me llevo al limite.

Claro. Esta no era una de las veces en que hacíamos el amor. No. Se necesitaba una putita para entrar y hacer eso en un probador.

-No eres mía, Putita.- Respondí. Con algo de rencor. –Solo eres una Putita. Una hermosa morena muy putita, que se está por venirse sobre mi verga dura… ¿Cómo está mi verga Putita?-

-Rica-

-¿Por qué? ¿Qué tiene de rica mi verga?-

-Está muy grande… En serio muy grande… Y muy dura.-

-Está así de dura por ti Putita; solo por ti.-

-¿Si?-

-SI. Bésame Putita.- La Putita obedeció y me dio uno de esos profundos y dulces besos que solo ella sabe dar.

-¿Quieres sentir mi verga más grande?- Le pregunte mirando que cara iba a poner. Ella me seguía cabalgando, pausado y profundo; pero al escucharme meneo la cabeza sin abrir los ojos.

-Imposible…-

-No es primera vez que me dices eso.- Levante mi cadera y la pegue más a ella, haciendo que mi verga llegara a tocar su útero.

-OHHHH…- fue su respuesta. Seguida de unos segundos de inmovilidad y una sonrisa, de grata sorpresa. Pasado ese instante volvió a cabalgarme, ahora más rápido; pero a la misma profundidad.

Sus jadeos se transformaron en gemidos que ella trataba de ahogar y esconder. Yo la penetraba empinando mi cadera, sincronizado con él, ya más rápido, ritmo de su cabalgata. El placer de sentir su estrecho coño mojado, subiendo y bajando por mi verga, hasta que mi glande tocara su útero; me invadía y me acercaba al orgasmo. Ella me llevaba la delantera en la carrera por corrernos, pero yo me iba venir en ella de seguro.

-¿Te gusta Putita?-

-Siii…-

-¿Quieres que te llene Putita? ¿Quieres hacer que me venga?-

-Si…-

Me beso como si hubiera estado esperando que dijera eso. Sus labios me estaban volviendo loco. La suavidad de su piel morena me acercaba al cielo. Sus gemidos, ahogados por su disimulo, se hacían más difíciles de esconder. Y su conchita se mojaba más y más, empapando mis testículos de su placer.

-Sujétate de mi cuello Putita. Fuerte.- le ordene entre jadeos. Ella obedeció como si aun fuese mía.

La tome fuerte por la cintura con mi brazo derecho y la sujete de su majestuoso culo con el izquierdo. Planté con firmeza mis pies en el piso y me incline hacia adelante. Cuando ella se iba de espaldas me puse de pie y la enderece con un potente golpe de cadera; que me produjo un enorme placer.

-Abrázame con las piernas Putita. Cruza los tobillos.- Ella con sus ojazos abiertos, sujeta firme de mi cuello, obedeció; sin emitir más sonido que sus ahogados suspiros. Mi verga estaba clavada en lo más profundo de su ser.

Con mi brazo derecho abrazando su cintura y mi brazo izquierdo aferrando su angelical cola; la levante y la deje caer sobre mi verga dura. Comencé a cogerla de pie, a empalarla en mi erección. Rápido y fuerte. Buscando mi placer y mi orgasmo. Rodeado por sus brazos, piernas y gemidos, gemidos que se hacían más agudos y más fuertes. Ella estaba a punto de correrse, y los dos lo sabíamos. Con mis ojos abiertos seguí cogiéndome a, la otrora, mi putita. Fuerte, rápido, profundo; con mi verga hundiéndose para pronto explotar en u orgasmo, que prometía ser excelente. Cuando dejo de gemir, y el placer y los gemidos que querían escapársele, deformaron su angelical rostro; supe que se estaba corriendo. Y la cogí aun más fuerte.

-Eso Putita. Vente para mí… Así…-

Ella aguantaba su respiración, tratando de controlar su placer; sin que yo se lo permitiera. Mi placer era intenso y delicioso. Su apretado y mojado coño me exprimía la verga que estaba por explotar en semen.

Tomándola por sorpresa, y para no correrme de inmediato, la penetre lo más profundo que pude y me quede quieto dentro de ella. Su boca se abrió, sin que sonido alguno saliera de ella. Retire mi verga un poco y volví a penetrarla lento. Justo cuando estaba por cerrar su boca, se vio forzada a abrirla de nuevo; forzada por su placer, que no iba a terminar aun. Hundí mi verga en su profundidad y estrechez; y la seguí penetrando lentamente, como a ella le gusta, un par de veces. Ella me apretó con sus brazos y piernas. Yo aproveché de susurrar en su oído.

-Aguanta un poco más Putita. Yo ya me vengo dentro de ti.-

Dicho eso aumente el ritmo, a toda la fuerza y velocidad que pude alcanzar. Ella soltó un fuerte y único gemido, e inhalo una profunda, pero rápida, bocanada de aire; para volver a aguantar la respiración en un nuevo orgasmo. Se soltó de mi cuello y se sujeto de mi con sus piernas y tomándose de mis brazos. Se reclino hacia atrás y cuando abrí los ojos pensando que podía caer, pude ver sus tetas; balancearse al frenético ritmo de nuestra cogida. Cegado por el placer cerré mis ojos y me perdí dentro de aquella diosa morena en busca de mi orgasmo. El cual llego, al cabo de un par de penetraciones más.

Clave mi verga hasta el fondo, hasta que su útero me impidió llegar más adentro, y explote en semen. Mi gran gruñido acompaño a la enorme cantidad de semen con el que llene su coño, ya mojado; ambos fruto de mi excitación y del intenso placer que seguía sintiendo. Ella acompaño el inicio de mi orgasmo, y mi gruñido, con un gemido de grave placer; que no fue capaz de controlar al tener otro orgasmo mientras yo la llenaba. Nos movimos lentamente, buscando disfrutar hasta lo último nuestro orgasmo. Hasta que yo la apreté contra mí, y deje mi pene inmóvil y aun duro, pegado al final de su conchita.

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lunes, 23 de febrero de 2009

CAPITULO 3º

Visita y Reencuentro




Ella se incorporo y me quito las botas y pantalones; dejándome completamente desnudo, con mi verga bajando después del intenso placer. Ella de pie, dejo mis pantalones a un lado y se dispuso a quitarse su micro falda.

-No.- Le ordene, en un monosílabo interrumpido por mi fuerte respiración. La muy putita me miro con su sonrisa cachonda y se acerco a mí

-¿Quiere que me la deje puesta?- Me pregunto arrodillándose a los pies de la escalera.

Moví la cabeza en afirmación; incapaz, de momento, de decir algo más.

-¿Mi dueño se quiere coger a su putita, con la faldita puesta?- Sonrió aun más, con sus labios separados mostrando su perfecta dentadura. Y ahí arrodillada puso su mano izquierda en el pasamanos de la escalera y con la otra comenzó a tocar su coñito depilado para mí. Yo volví a calentarme de inmediato; y mi verga que se desinflaba, se puso dura de nuevo con el solo espectáculo.

Se masturbo unos instantes con su rostro cerca de mí, mostrándome con descaro el placer que se provocaba. Sus ojos se entre cerraron, y sus labios se entre abrieron. Separo algo más sus piernas, allí arrodillada. Su boca se abrió apenas y comenzó a suspirar de placer. Quito su mano del pasamanos y la puso en mi nueva erección; aun arrodillada pero con su cabeza en alto, casi a la altura de mis ojos. Comenzó a jadear; y pude notar como movía su mano de forma distinta. Ya no tenía sus dedos a fuera, y su humedad se escuchaba. Cerró los ojos por completo y soltó un leve gemido, justo antes de sacar su mano derecha de su exquisito coño.

Llevo su mojada mano derecha, empapada de su líquido caliente, a mi verga; y lo unto por toda mi erección, su exquisito aroma se coló en mi nariz. Cuando vio que no era suficiente llevo su mano de nuevo a su coño y volvió a mojarse los dedos. Yo tenía mi cerebro a punto de reventar por lo caliente que me estaba poniendo, imaginándome ya lo que haría a continuación. Llevo su mano, recién empapada del néctar de su coño, de nuevo a mi verga y termino de untarla, ensuciarla, bendecirla. Entonces y mirándome a los ojos, sin quitar su mirada de ellos, se devoro mi verga y comenzó a saborear su sabor sobre ella. Cerró los ojos y la chupo, succiono y disfruto en su boca.

-Ohhh… Perra.- Fue mi elogio. Soltado en un suspiro de placer.

Ella dejo de chupar para lamer el resto de mi verga. Toda la parte de mi pene que no le cabía en al boca.
-¿Mi amo me va a dar toda su leche?- Pregunto en un derroche de perversión y pecado. Mirándome directamente a los ojos, dejando mi verga pegada a sus labios, esperando mi respuesta.

-Si. En todos tus agujeros putita. ¿Te la quieres tragar?-

-SI.- Respondió ella, y acaricio la parte de debajo de mi glande con su suave lengua.

-Y yo quiero hacer que te la tragues toda putita. Pero ahora no.- Le dije tomándola por el pelo y separándola de mi verga. Ella no opuso mucha resistencia; conciente de que siempre podría salirme con la mía, con solo preguntarle quien era su dueño. La obligue a arrodillarse derecha y me levante.

Me incorpore y, sin soltarla del pelo, me acerque a su lindo rostro. Tan cerca como para que ella pensara que iba a besarla. Entonces la gire por el pelo y susurre una pregunta en su oído.

-¿Te gusta tu sabor en mi verga putita?-

-Si.-

-Pues a mi también me encanta tu sabor de diosa puta. Y estaba apunto de probarlo de tu coño cuando me interrumpiste.- De su pelo la lleve a la escalera, a que ocupara el mismo escalón en el que estaba antes. Pero la mantuve erguida, sin dejar que se acostara. Me incline a recoger la bufanda; ella aprovecho para acariciar mis testículos con una mano y llevarse mi verga a la boca con la otra.

-Ohhh… Puta.- La elogie con una sonrisa. Y mientras me daba placer con sus calientes labios y mojada lengua, la volví a vendar.

-Basta perra. Recuéstate y ábrele las piernas a tu amo como la puta que eres.- Me dio una ultima y fuerte succionada, y luego un beso en el glande. Apoyo sus codos en los escalones y luego se recostó; dejando la cabeza hacía atrás apoyada en un escalón, justo como lo había hecho antes. Con la salvedad de que esta vez, abrió la piernas tanto como se lo permitió el ancho de la escalera; se levanto la micro falda de tablas, y con sus suaves manos separo sus labios vaginales, abriendo sus coño como una flor para mi.

-¿Así le gusta, mi amo?-

Yo casi no podía creerlo. Estaba más puta que nunca. O su actual dueño le había enseñado nuevos trucos, o no la cogía como a ella le gustaba; y tenia deseos de sentirse bien puta desde hacía rato. Como fuera, su mojado y depilado coño estaba esperando a mi lengua, y yo con suerte aguantaba mis deseos de lamerla toda.

Me abalance sobre su depilada conchita y apreté fuerte mi lengua contra su clítoris. Ella dio un gemido sin soltar sus labios, dejando su coño bien abierto para mí. Su conchita me supo, como siempre, a gloria. Una gloria agridulce, jugosa y tierna. Apreté su clítoris con mis labios y luego baje mi lengua hasta la entrada de su culito; desde allí recorrí con un poco más de delicadeza, solo un poco, el camino hasta su monte de Venus. Volví a bajar hasta la entrada de su cola y repetí el proceso llegando solo hasta su clítoris; en el cual me detuve unos instantes, para hacerla sentir la vibración de mi lengua. Luego volví a bajar, esta vez me detuve para hacer vibrar mi lengua en la entrada de su culito. Ella suspiraba fuerte, aun sin soltar sus labios; su respiración se hacia más profunda. Decidí entonces darle una ultima pasada a toda esa suavidad depilada y mojada, y dedicarme, por un rato, de lleno a su clítoris. Ella comenzó a jadear, más y más fuerte.

Lamer coño es una de mis cosas preferidas en la vida. No existe nada parecido a oír a una mujer gemir de placer mientras se aferra a tu cabeza. A veces creo que feliz moriría de asfixia entre la piernas de una hembra que lo merezca. Esa podría haber sido la ocación.

Deje su clítoris cuando ella, en medio de su placer, soltó los labios de su conchita. Lamí con gusto sus labios y los masajeé con mi lengua. Ella suspiro del gusto.

-¿Te gusta putita?-

-Siii. Por favor no pares.-

-¿Quién es el único que te lame así?-

-Tu.-

Hundí mi lengua dentro de su conchita. Buscando su sabor lo más profundo posible. Su néctar agridulce savia a ambrosia; y su gemido de placer me dejo la verga aun más dura. Ella aferro con sus manos mi cabeza, buscando que mi lengua la penetrara lo más posible, perdiendo sus dedos entre mi pelo. Con ambos pulgares abrí los pequeños pliegues que cubren su clítoris, dejando su pequeña perla expuesta y sensible, para cuando mi lengua abandonara el interior de su mojadísimo y apretado coño. Saque mi lengua de su gruta y la subí hasta su joya expuesta, rozando todo lo que pude en el camino. Justo antes de llegar a su clítoris levante mi lengua. Apenas roce su palpitante órgano, creado solo para el placer. Ella se estremeció a pesar del pequeño roce.

La mire desde ahí. Desde en medio de sus hermosas piernas. Con mi lengua sintiendo el calor de su clítoris, mas sin tocarlo. Y me sonreí del gusto.

-¿Quien es el mejor?-

-Tu. Pero no pares.- Me respondió con sus manos aun en mi cabeza, conciente de lo que le pasaría a continuación.

-Tócate las tetas para mí, putita.- Le ordene. Y ella obedeció. Sus suaves manos dejaron mi pelo y subieron por sus caderas a sus pechos de diosa pagana; rozo sus pezones con sus índices y medianos, para luego pellizcarlos un poco. En el momento preciso en el que yo volvía a rozar su hinchado y mojado clítoris, solo con la punta de mi lengua.

Ella suspiraba y comenzaba a jadear. Apretó sus hermosos pechos y levanto la pelvis en un movimiento reflejo. Estiro su espalda y la curvo en un arco. Era el comienzo de su acabar. Seguí dándole pequeños roces de legua a su clítoris; cortos, rápidos, ligeros. Ella ya jadeaba con fuerza.

-Siiiii… Así. Siga amo, siga.- Sus manos seguían masajeando sus hermosas tetas. Ella seguía jadeando; y yo deje de solo rozar su perla, para darle lengua con todo. – MMMmmmmMMmm.- Fue su respuesta.

-Vente para mi putita. Vente para tu dueño.- Como deseaba que se viniera en mi boca. Me calentaba en extremo el beberme, entre lamidas y lamidas la humedad que vertía, en mi lengua y en mi cara, su conchita. Solté sus labios y me dedique a lamerla con fuerza, apretando su clítoris contra su pelvis en una lamida; y luego en otra y en otra. Ella continuaba gimiendo. Metí entonces mi dedo índice y mediano de la mano derecha en su conchita. Sus gemidos crecieron en intensidad y soltó sus pechos para tomar mi cabeza, para apretar aun más su clítoris contra mi lengua. Eso le dejo las tetas libres, para estirar mi mano izquierda y jugar con ellas, masajearlas y apretarlas mientras se venia en mi boca.

Jugué de nuevo con su punto G. Algo limitado por la posición, pero lo suficiente para provocarle que definitivamente se corriera. Sus gemidos mutaron en gritos y sus manos entre mi pelo comenzaron a tratar de asfixiarme en su coño. Sus gemidos se volvían más roncos, hasta que comenzó a gritar de placer; desesperándose, convulsionándose, curvando su espalda. Empujando mi cabeza hacia atrás en lugar de apretarla contra ella. Yo saque mis dedos de su interior y me aferre a sus piernas, rehusando el ser retirado de ese sabor, rehusando el dejar de provocarle placer. Con mi lengua exhausta me rehusé a dejar de escucharla gritar. Deje su clítoris y hundí mi lengua en su húmeda y agridulce conchita; como mi estocada final. Mi último recurso para escuchar sus últimos gritos. No pude ver nada, solo la sentí temblar de placer y escuche sus gritos. Fue el paraíso.

Allí mojada y cansada, abierta de piernas y vendada. Con su micro falda arrugada en su cintura; permitiéndome ver sus alas tatuadas en cada una de sus caderas. Jadeante y aun tiritando. Con su sudor cubriendo su suave y deliciosa piel. Me relamí del gusto de verla así y de pensar en todo lo que le haría.

La deje descansar un arto mientras volvía a acomodar mi mandíbula, y volvía a sentir mi dormida lengua. Luego le ordene.

-Ponte en cuatro putita. Como la perra que eres.- Ella, algo recuperada, se incorporo y se dio vuelta en la escalera; parando su hermosa y firme cola en el aire. Curvando su espalda en la perfecta imagen de una perra hambrienta por placer.

-¿Así le gusta a mi amo?- Fue su descarada respuesta. Sonriendo con sus rodillas separadas y su culito meneándose, ligeramente, en el aire.

-¿Paso tanto tiempo que ya no te acuerdas?- Le respondí.

Me cerque a ella tome su culito con mis dos manos. Dios ese culo es delicioso, suave, firme, de tamaño perfecto y armónico. Con el exquisito aroma de su piel, untado y ungido en el licor de su conchita. Con mi pulgar derecho acaricie la entrada de su culito, mojado por el caudal de su entrepierna; lubricado, tentador, listo. Recorrí con mi pulgar desde la entrada de su culito hasta su conchita. Apreté su culo con la mano izquierda y le di una nalgada. Su culo sonó hermoso; y ella suspiro del gusto, y lo meneo un poco más.

-¿Mi amo lo echo de menos?- Pregunto en un tono burlón y erotico, que el valió otra nalgada. Fuerte como a ella le gustan y como a mi me gusta darlas.

Me arrodille tras de ella y le mordí su exquisito culo. Abrí sus nalgas sin delicadeza y hundí mi lengua en su conchita. Ella comenzó a suspirar de inmediato.

-Parece que mi amo si echaba de menos a su putita.- La nalgueé de nuevo.

-¿Y quien es mi putita?- Despegue mis labios de su conchita solo para preguntarle eso y luego volví a mi faena.

-Yo.-

-¿Tu que?- E intensifique mi lamida en su coño, y comencé a acariciarle la entrada del culito con mi dedo pulgar.

-Soy tu putita.- Dijo en susurros de placer.

-¿Solo mi putita?- La interrogue mientras le daba otra nalgada. Justo antes de comenzar a lamerle la entrada de esa cola magnifica. Ella empezó a jadear y a quejarse. Mi lengua dilataba más y más su abertura; hasta que la punta de mi lengua cupo. Le hice sentir que mi lengua ya le cabía en el culito. Ella lo empino aun más, lo que ayudo a que mi lengua entrara con algo más de facilidad. Le estaba dilatando y relajando la cola con mi lengua; la sola idea me encantaba. Y ella no daba señales de molestia. Le hundí toda mi lengua en su cola y comencé a masajear su clítoris.

Estaba lista. Me incorpore y coloque detrás de ella, rozándole su abertura dilatada con mi verga.

-¿Solo mi putita?- Volví a preguntar. Ella solo se dejo rozar y levanto la cola.

-No… No solo tu putita…- Y mientras decía esto movió su hermoso culito, de manera que mi verga resbalo, de su mojada y dilatada entrada, y cayo justo entre los labios de su gloriosa conchita. Con total maestría se clavo mi verga, antes de que yo pudiera decir o hacer algo. -Aahhhhh.- Gimió de gusto, y puede que de alegría; cuando se incrusto mi verga hasta la mitad. Sus labios abiertos y su conchita mojada solo pudieron lubricar y darle la bienvenida a la mitad de mi duro pene. Meneo su cola, con felina gracia, mientras seguía jadeando de gusto. De a poco iba clavándosela más y más, retirando su cola hacia delante, para luego echarla hacía atrás; mientras su conchita se iba acostumbrando a mi tamaño. Yo decidí ayudarla.

La tome para por sus aladas y anchas caderas, de hembra salvaje; y le pregunte de nuevo. -¿No solo mi putita?- Retire mi verga de su suave interior, y sin espera alguna, le clave de un solo golpe de cadera toda mi dura verga.

-¡Ohhhhhh!- Gimió ella en placer, dolor y sorpresa. Me quede ahí, quieto; con la cabeza de mi duro pene rozándole el cuello del útero, mis manos apretando sus caderas. Disfrutando de la visión de su culito parado, surcado solo por el portaligas negro, y su entrada mojada. Disfrutando de la sensación de su conchita mojándose a tope conmigo adentro. Mojándose a tope solo para mí. Pese a que estaba quieto ella no paro de jadear.

Sin sacar mi verga un centímetro, le di un golpe de caderas y la penetre aun más profundo. Ella volvió a gemir y yo suspire del gusto. Entonces ella respondió.

-Tu putita… Tu perra… Tu esclava… Lo que mi amo quiera.- Y comenzó a moverse hacia delante y hacia atrás. Cogiéndose sola; jadeando comenzando a gemir.

Le di una nalgada con mi mano derecha. Seguí su ritmo y la cogí en la escalera; en cuatro, como a una perra. Sus quejidos aumentaban y yo le seguía clavando la verga, sin fuerza ni suavidad. El olor de su conchita mojada subía hasta mi nariz, mientras tenia la vista de mi verga entrando en su apretada, depilada, suave y mojada conchita. El placer de sus labios contra mi verga, de su estreches contra mi tronco, su útero golpeándome el glande en cada embestida, y la suavidad de su piel en mis manos. Esa mujer me tenía en el cielo.

Lleve mis manos de sus caderas a sus pechos, de diosa pagana. Los acaricie y apreté, mientras ella se pegaba a mi cuerpo. Vendada y caliente seguía moviéndose, meneando su culito precioso; dibujando en el aire un pequeño símbolo del infinito. Se levanto con mis manos en sus tetas, se pego a mi cuerpo y con su mano izquierda se sujeto de mi cabeza; dejando nuestros rostros uno al lado del otro, escuchando ambos los gemidos del otro. Mientras su mano derecha se posaba en mis manos, sobre sus pechos; asegurándose de que no los soltara y los apretara como a ambos nos gusta. Mordí su cuello con fuerza y disfrute sus tetas en mis manos. Entonces murmuro en mi oído -Así. Cógeme así… No pares.-

-¿Por qué pararía? Si a tu dueño le encanta cogerte como la perra que eres.- Eso pareció calentarla de sobremanera; pues sola se inclino hacia delante y empino su hermoso culo lo más que pudo, para facilitarme la tarea de penetrarla. Cambie mis manos a sus caderas, de nuevo, e imprimí algo más de fuerza. -¿Te gusta así perra?-

-Siii… Me encanta cuando mi amo me toma por las caderas.-

-¿Te toma por las caderas, y que más perra?-

-Y me coge así.-

-¿Así como?- Ella estaba ocupada gimiendo para responder. Sus gemidos ya eran más fuertes y más graves. Debí preguntar de nuevo -¿Así como? ¿Cómo te coge tu amo?- E imprimí mas fuerza en mis embestidas. Mi verga, grande y dura, salía casi por completo de su conchita, para luego internarse en lo más profundo su coño mojado y apretado.

-¡Ooohhhhh…!- Fue su respuesta original; pero entre gemidos agrego. –Como… La perra que soy...-

-¿Te gusta como te coge tu dueño, perra?-

-Siiii… Me encanta.-

-Demuéstramelo perra. Ten un orgasmo para tu amo… Grita para mí.- Mi voz se había hecho más ronca producto de mi placer y del concentrarme en mi respiración. Me sentía dueño del mundo cogiéndome con fuerza a semejante hembra, a semejante diosa puta. El placer que me producía la fricción y roce lubricado, comenzaba a apoderarse de mí; comenzaban a hacerme desear mi orgasmo. Pero no era el momento, no aun.

Sin pensarlo le di una fuerte nalgada con mi mano derecha, y volví a sujetarla por las caderas. Ella empezó a gritar, inmersa en sus primeros orgasmos. Esa fue mi señal para cogerla aun más fuerte y aun más rápido; a todo lo que dieran mis músculos y mis pulmones. Sus gritos siguieron. Y yo seguí. Llego a quedarse quieta, incapaz de moverse por si sola; solo recibiendo mis embestidas. Hasta que sus gritos disminuyeron y enmudeció.

Me detuve. Manteniendo mi verga dentro de ella. Aun respiraba, aunque con mucha dificultad y muy rápido. Le di una última nalgada y salí de su conchita para dejarla acomodarse mejor, descansar un poco y reponerse. Aun no llegábamos a mi pieza. Y yo aun no me había venido. Oficialmente esto aun no comenzaba.

martes, 17 de febrero de 2009

CAPITULO 2º

VISITA Y REENCUENTRO




Mi mano izquierda estaba empapada de sus jugos. Su exquisito aroma me llamaba, así que no puede aguantar las ganas de meter mis dedos en mi boca, y saborearla. A la vez que ella respiraba con dificultad y sonreía de gusto, yo limpie todos mis dedos del lubricante de nuestro deseo.

Estaba sentada en la escalera. Con sus tacones altos, sus ligas y portaligas negros; y su falda de platos tapándome, apenas, la visión de su conchita mojada. Sus hermosas tetas se mecían al ritmo de su respiración; sus pezones estaban aun duros y rojos, producto de mis pellizcos. Sus piernas y la parte de sus ligas que cubrían el interior de sus muslos, estaban empapados de su deliciosa humedad. Estaba sudada, sucia entre las piernas y vendada. Y yo no podía estar un instante más sin hundir mi lengua en su humedad.

Ella no quería más guerra. Pero en sus labios se dibujaba una sonrisa de gusto; no solo por su orgasmo, sino porque estaba escuchando como me lamía sus jugos de la mano. Ella sola, sin poder hablar aun, abrió un poco más las piernas cuando yo me acerque. Su cansancio le impidió abrirlas por completo, de par en par, como a mi me gusta. Pero separo sus rodillas con una sonrisa y con su mano izquierda se levanto la micro falda; regalándome la hermosa vista de su mojada, suave y depilada conchita. Echo la cabeza hacia atrás y la apoyo en un escalón. Entregada a lo que sabia su dueño quería.

Me acerque y le separe aun mas las piernas; disfrutando del olor de su conchita roja por la fricción y por el placer. Con la misma mano con la que había hecho estremecerse de placer, toque con ternura sus labios suaves y su clítoris hinchado. Ella dio un pequeño y gentil suspiro de gusto. Le acaricie el clítoris y sus labios para calentarla de nuevo; pero más que nada fue para mojar mis dedos de nuevo. Ella se relajo y se volvió a calentar de inmediato.

-¿Te gusta putita?- Le pregunte.

-Ahhhhja.- Fue su respuesta. Con su respiración nuevamente convirtiéndose en jadeos y suspiros.

Pero mi objetivo era otro.

Deje de tocarla y lleve mis dedos húmedos a su boca. Más no toque sus labios en un principio. Sino que deje mis dedos por sobre su nariz, para que sintiera su exquisito aroma. Después de todo ella sabia lo que tenía que hacer, y le encantaba hacerlo. Abrió su boca, y de la separación de sus labios de ensueño saco su lengua, y comenzó a saborearse en mi mano. Metí dos de mis dedos en su boca y ella los chupo, con profundo deseo, como si se tratara de una pequeña verga. Gimió de gusto y de calentura, de saber que esos dedos venían de su estrecha y húmeda vagina. Tomo mi mano con sus manos y me limpio con su lengua y labios.

Yo ya me había arrodillado delante de ella para cuando le quite mi mano de su celestial boca. Abrí aun más sus piernas y comencé a limpiarle el interior de sus suaves muslos, con mi lengua. Ella suspiro al sentir mi lengua rozar el interior de sus muslos, perfectamente depilados. Yo me devoraba toda esa humedad antes de que se secara, en una competencia contra el aire. Comenzando desde el fin de la liga, en dirección hacia la gloria que me exhibía. Las cosquillas que le provocaba hicieron que riera un poco; demostrando que estaba viva y que aun podía llevarme el ritmo. Levante la mirada al escuchar su pequeña risa, dejando de lamer su firme muslo izquierdo, solo un instante; la vi parar de reír y morderse el labio inferior. Imagine su mirada de lascivia bajo la bufanda que le tapaba los ojos, y la mordí en el mismo muslo que estaba lamiendo. Sin rudeza, sin gentileza; solo para que recordara que no había venido a reírse. Ella evoco un gemido y levanto la cabeza del escalón; creo que miro por debajo de la bufanda, pero nunca estaré seguro.

-Tócate para mí.- Le ordene en voz baja, y seguí lamiendo sus muslo, el derecho ahora; avanzando cada vez mas cerca de su coño mojado y abierto por y para el placer.

Ella, sin levantar la cabeza del escalón llevo su mano derecha a su entrepierna. Preferí no verla tocarse aun, y me concentre en limpiarla bien de tan exquisitas manchas; pero la escuche suspirar más fuerte y cambiar de ritmo su respiración. Supe lo que hacía sin mirarla; lo había hecho para mí muchas veces. Estaba rozando su clítoris en círculos, solo como comienzo; quizás solo para mí. Yo me concentre en terminar de lamer hasta la última gota que encontré; y cuando llegue a sus ingles mordí la derecha, y succione con fuerza, sin soltar. Mi deseo de dejarle una marca era enorme. Que supiera que eso no había sido un sueño, que supiera su verdadero dueño que había vuelto solo por placer.

Ella gimió de gusto. Y al darse cuenta de que le dejaría un moretón trato de resistirse.

-No. Sin marcas.- Exclamo en una mezcla de gemido, reto y suplica; que me dejaron aun más caliente. Si es que eso era posible. Pero bajo ningún término, me hizo soltar mis fauces de su suave piel, buscando marcar hasta su músculo.

-Noooooo.- Siguió gimiendo. Yo la solté de golpe y la mire. Se había quitado la bufanda que le vendaba los ojos y tenia cara de molesta. Obviamente había adivinado mis intenciones. -Sin marcas.- Me repitió.

-¿Quién es tu dueño?- La rete.

-Tu.-

-¿Y vas a hacer y te dejaras hacer todo lo que tu dueño quiera, pero esperas que no te deje marcas?-

Fue entonces que su mirada cambio. Del enojo volvió la lujuria, acompañada con algo de miedo. Comprendió entonces que yo la marcaría como mía, de alguna de las muchas formas que habíamos inventado para eso. Quizás de todas las formas.

- Pero....-

-Tócate putita.- Fue mi orden para silenciarla. Ella no cambio su mirada, que no pude distinguir si era preocupación, enojo o algo más. Pero su mano izquierda empezó a rozar su clítoris.

-¿Creíste que venir a jugar conmigo no tendría consecuencias?- Dije con mi mejor sonrisa sádica. Al pasar de, entre sus piernas a recoger la bufanda que había quedado más arriba en la escalera. Al hacer eso mi verga quedo muy cerca de su boca. -Abre la boca putita.- Ella obedeció y yo me saque la polera. Apoye mis rodillas a los costados de su cintura y mi brazo derecho, el más fuerte, en un escalón sobre su cabeza; junto a la bufanda. En esa posición aproveche su celestial boquita abierta para meter mi verga; y comenzar a cogerle la boca.

Ella comenzó a suspirar del gusto, de tener mi gran verga en la boca, y estarse masturbando para mí. Su carita de calentura era angelical y estaba haciendo que me derritiera. Tomo mi verga con la mano derecha, dejando la izquierda para su coño; y comenzó a masturbarme mientras me succionaba el glande. Yo me limitaba a mover mi cadera en embestidas suaves, lentas y cortas; asegurándome de no atragantarla con mi verga; que se veía enorme entre sus hermosos labios.

-Ohhh. Que rico putita.-

Su deliciosa lengua me estaba dando un intenso placer, mientras su mano apretaba mi verga con la presión precisa; recorriendo todo el largo de mi tronco que quedaba fuera de su boca de ángel. Sus suspiros de gusto y placer acompañaban el chapoteo de sus dedos en sus coño; yo sumaba a ellos mis suspiros y mis jadeos de placer. Al no tener la venda puesta podía ver sus ojos cerrados y su carita de gusto y placer a la perfección; y su hermoso rostro de inocencia pervertida me llenaba de placer. Era una amante de la verga cuando la conocí, pero yo la transforme en la puta maestra que es; y eso me encanta.

-Te encanta chuparle la verga a tu amo ¿Cierto putita?- Le pregunte mientras levantaba mis caderas, para sacar mi verga de su boca y dejarla responder. Ella no respondió. Levanto su cabeza del escalón persiguiendo mi verga con sus labios; por lo que tuve levantar aun más la cadera, y volver a preguntar.

-¿Te encanta cierto?-

-Siii.- Respondió, y jalo mi verga con su mano para volver introducirla en el huracán de placer que era su boca.

-Lame mis testículos putita.- Le ordene y ella obedeció; mas no antes de levantar su cabeza y meterse lo que más pudo de mi verga en la boca. Yo gemí de placer y ella suspiro de gusto.

-¿Te gusta tu mano en tu coño? ¿Te gusta masturbarte para mi?- Ambos nos calentábamos más con cada pregunta, con cada respuesta; con cada intercambio de palabras. A ella le calentaba y encantaba que la hiciera hablar; me había confesado muchas veces lo puta que la hacia sentirse. Dejar de lamerme para responder era más fácil que sacar la mitad de mi grueso pene de su boca.

-Si. Me gusta mucho.- Respondió sin dejar de masturbarnos a ambos.

-¿Cómo esta tu conchita?-

-Mojada… Rica… Caliente…- Dijo entre jadeos, aun con su mano en mi tronco.

-Dame a probar.- Le ordene en un susurro. Ella dejo de hacer sonar su mano contra la humedad de su conchita y la llevo a mi boca. Al tiempo que volvía a meter mi verga en su boquita, metió sus dedos en mi boca. Yo saboree sus jugos con embelezo, chupe todo su néctar tibio y agridulce; saboreando hasta la última gota. Con un débil gemido de gusto y de placer, al sentir el sabor en mi boca y el placer de su boca; que buscaba más y más centímetros de verga que succionar.

Pero el sabor en sus dedos se acabo al poco rato. Y solté sus dedos de entre mis labios.

-Dame más.- Le ordene, mientras el gemido de placer que se me escapaba me hacia subir el volumen de mi orden. Ella llevo sus dedos a sus apretado coñito y después de unos instantes los devolvió a mi boca.

Cuando el sabor de su ambrosia se termino volvía a ordenarle. -Más.- Ella se llevo la mano, mojada con mi saliva, a su hermoso pezón izquierdo, y se lo humedeció y lo pellizco un poquito. Luego siguió el camino hasta su conchita, recorriendo toda su piel, solo para mi gusto.

Su mano volvió a mi boca. Y el placer de la suya sobre mi verga comenzaba a arrancarme roncos gemidos, acercándome a mi primer orgasmo. Mordí un poco la yema de sus dedos, cuando al soltarlos por terminarse su sabor, el placer de su mamada invadió hasta los confines de mí ser. Solté sus dedos y ella bajo un poco el nivel de la succión por un instante, y los devolvió a su conchita. Entonces volvió a chupar como lo estaba haciendo y el placer volvió. Ella se masturbaba, no para que saboreara su calentura desde sus dedos, sino solo para darse placer; caliente por lo que me estaba provocando. Yo apoye ambos antebrazos en el mismo escalón, preparándome para lo que venia. Comencé a mover mis caderas a cogerme su boquita de ángel, al tiempo ella soltaba el tronco de mi verga y se sujetaba de mis caderas para darme placer solo con su boca.

-Ohhh si putita… Chúpamela así… Que ricoooooo…- Le dije. Consiente de que quería darme un orgasmo, y seguro de que mi entrenamiento tantrico me haría capaz, más que soportarlo, de disfrutarlo sin eyacular. No en su boca al menos.

El placer se hacia más y más grande. Su boca me tenía en el límite, ella lo sabía y lo disfrutaba. Mis gemidos crecían y tuve que detener mis caderas para no atragantarla; pues ya no controlaba mi cuerpo. Ella continuo levantando y bajando su cabeza, sujeta de mis caderas; habiendo olvidado su placer y cambiándolo por el mío. Haciendo subir y bajar sus labios, por la extensión de toda la verga que le cabía en la boca; que era bastante. Me llevo al límite, y mis gemidos se transformaron en un gruñido intenso. Aun con mis ojos cerrados, podía ver el placer que atacaba mi cerebro, como pequeños destellos de luces detrás de mis ojos. Me levante en un gruñido de placer, cuando ella sobrepaso mi límite; deje mis manos en el escalón donde antes estaban mis antebrazos, estire y arquee mi columna, y penetre más su boca.

-¡No pares! ¡No pares!... Ohhhh… ¡ARRHHHGGGGGRRRRRRRR!- Fue la explosión final de mi orgasmo seco.

Pero ella no se detuvo. Sádica, y perversa. Transformando mí placer en tortura. Como de costumbre tuve que quitarle la verga de la boca. Al hacerlo me desplome junto ella; quien me hizo un lugar en al escalera. Ahora el traspirado por completo era yo.

viernes, 13 de febrero de 2009

VISITA Y REENCUENTRO

CAPITULO 1º



Yo acababa de dejar todo listo sobre la cama cuando alguien grito a la puerta. Era ella. Vestida con una minifalda escocesa de tablas, que apenas le tapaba la cola, una polera ajustada, ligas negras y un portaligas. Tal y como yo le había indicado que lo hiciera. No se veía en extremo contenta, pero la conozco lo suficiente como para saber que estaba muy a gusto con lo que le iba a pasar.

Saque la cabeza por la ventana del segundo piso y le dije que ya bajaba; que entrara al antejardín mientras tanto, que la reja estaba abierta. Ella hizo caso, y entro a la casa como lo había hecho tantas veces.

Su pelo estaba tomado en una especie de tomate o cola, que por el hecho de ser hombre no se como nombrar. Pero dejaba ver su hermoso cuello, tentador, suave y calido; tal y como yo lo recordaba. Sus pechos se veían también tentadores, en esa polerita ajustada y escotada; el negro siempre le había venido bien.

Yo ya estaba caliente hace rato, de solo pensar en todo lo que haríamos. Todo lo que ella siempre se dejaba hacer, y todo lo que ella hacia… y decía. Así que baje la escalera rápido.

Abrí la puerta sin pensar antes en que le diría. No habíamos hablado hacía ya mucho, no de buenas maneras al menos. Aun la odiaba pese a lo mucho que me calentaba. Algo dentro de mi quería darle dolor y placer, como a ella le gustaba, pero con una rabia oscura y sádica. El dolor era lo que importaba, que a ella le produjera placer era solo un bono extra. Estoy seguro de que ella lo sabia, o se lo imaginaba. Ella estaba allí casi sonriendo y meneando un poco el cuerpo entre ansias y alegría de tenerme a su merced; de cierta forma al menos. Y yo sin saber que decir. Así que no dije nada y la invite a pasar con un gesto.

Ella entro sin decir hola. Se sonrió al pasar junto a mí mientras me embriagaba con su perfume. Al alejarse de mí en dirección al living meneo su colita para ponerme cachondo; y con esa mini falda tan cortita lo logro. Luego se dio vuelta, y no se que cara debo haber tenido pero se sonrió de oreja a oreja. Entonces bajo su mirada a mi erección y se llevo un dedo a la boca y lo mordió sonriendo; con esa sonrisa de niña buena con malos pensamientos, tan suya. Se acerco. Yo tome la bufanda que había dejado en la entrada de la casa justo para ese momento; moví uno de mis dedos diciéndole que se acercara. Ella meneo la cabeza en negativa aun sonriendo.

-¿Estas enojado?- Pregunto.

No tenia ningún caso ocultarlo, mi cara siempre ha sido transparente y ella me conoce bien. Por lo que moví la cabeza en afirmación, mientras ella caminaba hacia mí, muy sonriente y coqueta; haciendo sonar sus zapatos e tacón sobre el piso. Yo aun no quería dirigirle la palabra.

Llego junto a mí y estiro una de sus manos que puso sobre mi pecho, luego se acerco algo más. Con su sonrisa, de saber que en parte esto ocurría contra mi voluntad, bajo su mano de mí pecho a mi paquete. Con suavidad acaricio mi verga, mientras, sabia, atacaba mi ego. Estando tan cerca se envaro para besarme; pero mi metro ochenta de altura dejo su boca lejos de la mía. Supo entonces que no quería besarla y que ella no podría besarme si yo no lo quería.

Apoyo sus ricas tetas contra mi y mientras seguía acariciando mi verga por sobre el pantalón. Sin dejar de sonreír dijo -El si quiere.-

Vio que el comentario me molesto un poco, pero no se sorprendió de eso, ni de que mi mano izquierda tomara su cintura. Yo ya estaba tratando de tomármelo lo mejor posible; tal y como había acordado hacerlo conmigo mismo, días atrás. Trate de no pensar y solo sentir su aroma entre mis brazos de nuevo, y su mano en mi verga. Poco alcance a mentalizarme cuando sus labios se movieron para decirme -No te enojes. Yo voy a ser una niña muy buena, y voy a hacer todo lo que mi dueño me diga que haga.-

-¿Todo lo que tu amo te diga, putita?- Pregunte incrédulo, y más caliente que antes.

-Todo, todo.- Respondió ella con ternura, diciendo si con la cabeza. Y una sonrisa maliciosa volvió a apoderarse de su rostro mientras apretaba con más fuerza mi verga y con su otra mano apretó mi culo. Ella tenia muy claro que me encanta que me agarren el culo.

-Todo es muy amplio putita ¿Estas segura de que lo vas a cumplir?- Yo quería asegurarme de que ella cumpliría su parte del trato; pues no es muy buena cumpliendo tratos.

-Si, todo. Incluso me voy a quedar muy quieta mientras mi amo me penetra el culito.- Fue su respuesta. Mi erección fue la mía.

Me acerque a su cara y ella estiro el cuello para besarme; pero yo la tome del mentón con mi mano derecha, y le levante la cabeza para morder su cuello. Ella se dejo hacer mientras pasaba mis labios por tan delicioso cuello, la sentí estremecerse cuando abrí mi boca para rozarla con mi lengua. Gimió cuando hundí mis dientes en su cuello; sin mucha delicadeza, debo decir.

Mi mano izquierda paso de su cintura a pegarla contra mi cuerpo, y agarrar su colita, tan rica, por debajo de su falda. Le abrí el culo apretando y tirando una de sus nalgas; todo mientras mordía su cuello y ella gemía, en susurros de placer. Entonces toque su conchita por sobre sus pantaletas de encaje, cuyo color hasta entonces desconocía. Comprobé que estaba bien mojada y jugué con su húmeda conchita por sobre el encaje. Ella dejo de gemir y comenzó a respirar fuerte y a jadear.

Entonces la tome de las caderas y la giré de golpe; abrí un poco las piernas para quedar más a su altura, y deje su precioso culito pegado a mi paquete. Ella tal y como prometió se dejo hacer. Mis manos bajaron de sus caderas a su entrepierna mientras sus manos subían a perderse en mi pelo suelto y largo. Mis labios, mi lengua y mis dientes seguían jugando y mordiendo su cuello. Ella jadeaba y respiraba fuerte, mientras jugaba con mi pelo y se dejaba tocar; caliente como la puta que es.

Dejé de tocar su entrepierna, por debajo de la falda y volví a tomar la bufanda, impregnada de mi perfume. Le rodee la cintura con ella, apretando su cola, la cual ella paro, contra mi erección. De allí la fui subiendo por su vientre y sus tetas hasta llegar a su cuello. La ahorque un poco con ella; le susurre en el oído -Sácate la polera.- Y la solté. Ella se separo de mí y obedeció quedando solo en sostén delante mío. Luego se acerco y de nuevo me acaricio la verga por sobre el pantalón.

-Me gustaría saludarlo. Déjalo salir a jugar.- Dijo con su mejor voz de niña buena. Tomo mi cinturón e intento abrirlo sin éxito. -Pucha. Nunca puedo.- Fue su infantil y sonriente reclamo.

-¿Le quieres chupar la verga a tu dueño?- Le pregunte, dejando la bufanda sobre mi hombro y dirigiendo mis manos a mi cinturón.

-Si. Le quiero dar un beso.- Fue su coqueta respuesta.

-Arrodíllate.- Le ordene mientras me abría el pantalón, y sin ropa interior sacaba mi afeitada y dura verga, para que se la pudiera meter en la boca a gusto.

Ella obedeció, tal y como había prometido. Se arrodillo frente a mi erección y la tomo con su mano derecha del tronco y con la izquierda la acaricio, desde la punta hasta dejar su mano en mis testículos. -Que grande esta.- Dijo antes de pasarle la lengua y darle un beso en la punta; luego comenzó a lamerla toda, para al fin meterla dentro de su boca y comenzar a chuparla, soltando gemidos de gusto.

-¿La echabas de menos?- Le pregunte sin saber por que, mientras mi respiración se hacia más pesada y comenzaba a soltar algunos gemidos de mi parte. Ella subía y bajaba sus labios por mi tronco succionando y jugando con su lengua, mientras acariciaba mis testículos; tal y como yo le había enseñado, tanto tiempo atrás.

Saco mi verga de su boca sonriéndome para contestarme. -¿Tu que crees?- Y volvió a lamerla desde la punta, bajado por el tronco hasta llegar a mis afeitados testículos, los cuales beso y lamió con devoción. Mientras con su mano derecha me masturbaba mi mojada erección, y me producía un intenso placer.

-Yo creo que echabas de menos algo así de grande en tu boca.- Le respondí con los ojos cerrados, en un suspiro de placer.

Ella abrió sus grandes ojos cafés para mirar fijamente a los míos un momento, y luego volvio a cerrarlos y a concentrarse me chupar como ella sabia que me encantaba. Yo la tome del pelo con un mano y acaricié su rostro con al otra. Dios que placer me estaba dando; era demasiado así que después de unos minutos más la separe. Mi verga estaba roja y toda mojada. Ella tenía esa mirada de desear más.

-Tranquila que ya habrá más.- Le dije adivinando sus pensamientos. Ella sonriendo se puso de pie. Entonces le puse la bufanda sobre los ojos y la vendé. La hice volver a girarse y pase mis manos por su vientre desnudo, y las subí por sus costillas hasta meterlas debajo de su sostén y acariciar sus tetas. Pellizqué ligeramente sus pezones, mientras le volvía a morder el cuello. Ella tomo mi verga que jugaba en la piel de su espalda y comenzó a masturbarme. Yo termine de sacarle el sostén, el cual quedo tirado, al igual que su polera, en el living. La cogí fuerte por el pelo y la hice caminar hacia la escalera. Ella acepto sin ninguna resistencia, aun sujetándome por la verga erecta y algo húmeda.

Antes de subir la escalera la acerque a la pared, haciendo que sus deliciosos pezones y sus ricas tetas tocaran la fría pared de ladrillo y yeso. Ella se sobresaltó un poco, al sentir el frío; pero con una risita demostró su aceptación ante mi juego. Puso sus manos en la pared y se quedo ahí mientras yo manoseaba su culito firme, tratando de llegar a su conchita con mis dedos.

-Para la cola.- Le ordene. Ella separo sus pechos de la pared y levanto su delicioso culo; provocando que la micro falda escocesa fuera incapaz de cubrirlo. Dejando ver la gloria de su rosado y casi translucido encaje cubriendo su coño depilado y mojado.

Le di una fuerte nalgada, incapaz de contenerme. Luego aproveche para meter mis dedos entro sus nalgas, y tocar su conchita por encima del rosado encaje, con mi mano izquierda. Deseaba la textura de sus labios vaginales, de su humedad, de su suavidad. Ella respiraba con fuerza y daba susurros de placer inmersa en su calentura. Con la mano derecha le di otra nalgada; antes de bajarle las pantaletas, y dejárselas a medio camino en sus muslos. Entonces toque sus mojados labios, tratando de llegar a su clítoris, para luego meterle mi dedo mediano dentro; y comprobar así, su divina estreches. Con mi mano derecha le di otra nalgada, atento a su gemido; mientras seguía jugando con sus labios y de vez en cuando introduciendo un dedo en su coño.

Ella estiro hacia atrás una de sus manos, buscando encontrar y tocar mi verga. Pero yo la tome firme por el pelo y le dije -Manos contra la pared.- Ella obedeció sin decir nada. Y en premio metí en su conchita dos dedos en lugar de uno. Deje mi índice y meñique fuera, e introduje mi anular y mediano, lo más profundo que pude; encontré el cuello de su útero y comencé a acariciarlo en círculos. Produciéndole un placer que sus suspiros no buscaban ocultar. Comenzó a moverse, a ondular su cola. Y yo a rotar mis dedos, dentro de ella, más y más rápido. Sus suspiros se convirtieron pronto en jadeos.

Unte mi pulgar derecho en su humedad, que iba en aumento, y con el comencé a acariciarle la entrada de su culito. Si le molesto nada dijo y solo se dejo hacer, mientras comenzaba a jadear más fuerte. A poco la entrada de su culo se iba dilatando hasta dejar entrar la yema de mi pulgar. No quise penetrar su rosada entrada; consiente de que el roce por fuera era lo que más disfrutaba, en un principio. Saque mi mano derecha de su colita parada y rote mi posición a un costado de ella. Con mi mano derecha comencé a acariciar sus tetas.

-¿Esta rico?- La interrogue, conociendo ante mano su respuesta.

-Siiiiiiii.- Respondió ella en un largo cruce entre susurro y gemido. Mientras mis dedos rotaban alrededor del cuello de su útero, y traban de introducirse lo más posible, dentro del mar en el que se transformaba su conchita.

-¿Te gusta como te toca tu dueño, putita? También conocía la respuesta. Quería oírla. Quería oírla desde hacia tiempo. Me calentaba en extremo escucharla; y sabía bien que a ella la ponía muy cachonda y muy putita el hablar, viéndose forzada a responderme.

-Me encanta.- Fue su respuesta. En un gemido no muy fuerte, pero menos confundible con un susurro. Meneaba su cola en busca de placer, y trataba de separar las piernas lo máximo que el permitía su rosada pantaleta. Pero en esa posición, el tocarla así era muy incomodo y mis dedos ya comenzaban a dolerme; atrapados en su mojada estreches.

Deje de rotarlos en su interior para dejarlos quietos y mover mi mano. Pues mi pulgar izquierdo en la entrada de su culito, y comencé a presionar ligeramente, sobando en pequeños círculos durante un momento. Solo para asegurarme de que se siguiera dilatando de apoco. Al tiempo que pellizcaba un poco sus duros y gruesos pezones de deidad pagana. Luego solo deje mi pulgar ahí. Y con mi anular y mediano dentro de su coño mojado, mi meñique y mi índice en la posición de los cuernos del heavy metal; empecé a mover toda mi mano izquierda de arriba hacía abajo. Penetrándola fuertemente con mis dedos, punzando su punto G. Sus susurros acabaron, ahora todo eran gemidos y respiración entre cortada. Ya no meneaba la cola ni movía las caderas. Ahora sus piernas le flaqueaban, mientras se deshacía en jugos y gemidos, cada vez más fuertes y más roncos.

-¿Quién es tu dueño?- Le pregunte, con una sonrisa maliciosa en mis labios. Ella estaba demasiado ocupada gimiendo; llegue a dudar que me hubiera oído siquiera. Sus hermosas piernas parecían no poder con su poco peso. Mi mano, la misma mano que al estaba volviendo loca, con el simple movimiento de arriba a bajo; debía sujetar su peso y evitar que cayera, y que eso le impidiera llegar a su primer orgasmo.

Sus gemidos continuaban “in crescendo”. Sus jugos llegaban hasta su pantaleta, derramándose desde su conchita por el interior de sus muslos. Su orgasmo se acercaba rápidamente, pero aun le faltaba; por lo que pellizque con fuerza su pezón izquierdo, y escuche sus gemidos crecer, comenzar a convertirse en gritos de placer.

Me dedique a mirar su rostro. Observe como, a pesar de no poder ver sus ojos en blanco, por la venda; su boca abierta y su respiración pesada mutaban sus facciones en una hermosa mueca de placer. No pude contener mi calentura. Y justo cuando entraba en el primero de sus, inconfundibles, orgasmos múltiples; me acerque a su cubierta oreja.

-¿Quién es tu amo putita?- Le pregunte de nuevo, ahora a un volumen más alto. Dejándola sentir mi respiración en su rostro.

Ella no respondió de inmediato. Trato de articular palabras, y al no permitírselo el placer se mordió el labio inferior, tratando de dejar de gritar. Ella sabía lo que pasaría si no me respondía; había pasado antes, era mi amenaza de siempre para cuando no me respondía. Aun así se lo dije. Por calentarme más, por calentarla más; para recordarle que estaba en mis manos y a mi merced.

-Respóndeme, o paro putita.- Fue mi amenaza. Ella soltó otro grito, entrecortado por su respiración, y trato de controlarse. Sus piernas volvieron a flaquear, y estuvo a punto de caerse. Pero esa breve interrupción sirvió para que pudiera responderme.

-Ahhhhh. ¡Tuuuuuuuu! ¡Tu eres mi amo!- Fue su orgásmica y gritada respuesta.

Abandone su pezón izquierdo, y le pellizque el derecho con fuerza. Para que ninguno sintiera celos del otro. Al tiempo moví mi cansada mano izquierda lo más rápido que pude. Premiando su respuesta, con mayor intensidad en su corrida. Su conchita exploto en jugos. Y cuando sus piernas fallaron por completo y se flexionaron sus rodillas; yo baje con ella sin soltar su pezón ni dejar de mover mi mano. Con mi rostro pegado su mejilla, la sentí convulsionarse hasta el último instante en que saque de golpe mis dedos de su interior.

Transpirada, cansada, y respirando fuertemente por la boca; la ayude a sentarse en al escalera. Le quite su pantaleta de encaje rosado, y la mire con diversión. Acaricie sus firmes tetas con ambas manos para ayudarla relajarse. De a poco una sonrisa se dibujo en sus labios, mientras aun jadeaba de cansancio.

Nunca entenderé alas mujeres, en ese aspecto al menos. Los hombres hacemos todo el trabajo y ellas son las que terminan muertas.